sábado, 9 de diciembre de 2006

Caminante no hay camino

Por algún motivo del destino, a veces nos encontramos con alguien que camina a nuestra velocidad. No me refiero a cuando vamos con un conocido andando al lado, no, hablo de cuando por la mañana al llegar al metro y tu “velocidad de andada” es la misma que otra persona desconocida que está caminando por el pasillo.

En ese momento, os miráis, y los dos os sentís incómodos e intentáis que esta situación embarazosa se acabe lo antes posible. Decides acelerar tu paso, pero por alguna razón tu amigo desconocido ha pensado lo mismo y os veis los dos andando como en las pelis de los años 20, todo rápido. Pero para esta situación hay un remedio, andar más despacio, pero con el rabillo del ojo miras y… ¡no te puedes creer que esté haciendo lo mismo¡

El sudor frío recorre tu espalda, pensando, “ el tío este me está siguiendo por las dos gominolas que me he comido mientras compraba en el chino, ¡que los chinos son muy suyos¡”. Pero cuando dejas tus pensamientos a un lado te das cuenta que tu “perseguidor” se ha ido y puedes llegar sano y salvo a casa

1 comentario:

alter ego dijo...

En la parada del metro eso puede ser gracioso, pero en una noche oscura, en un callejón más oscuro aún, ese juego de pasos se convierte en algo muy divertido, incluso provocador.